Las paredes de la casa de maquinas del Pozo San José, confinado el 11 de enero de 1993, están plagadas de grafitis y en su interior aún quedan restos de la última fiesta. Los vecinos de las inmediaciones cuentan que algunas multas de semana la carretera de Malpica o la del Padrún se llenan de coches en dirección a las instalaciones de lo que en sud día fue la unica mina de Oviedo. Dicen también que escuchan música electrónica y que la farra prolonga incluida durante varios días. Tratar con fiestas ‘rave’, eventos underground organizados por jóvenes que han convertido a uno de los iconos del pasado industrial ovetense en un discreto escenario para la juerga. Ángel Nogal Velasco, que tiene 39 años y es nieto e hijo de mines, se stremece al contarlo. “Es una pena que todo este patrimonio está en esta situación de abandono. Para nosotros el pozo es un símbolo y llevamos años pidiendo que se haga lo que sea necesario para conservar todos sus elementos. Este pedazo de nuestra historia se ha quedado para hacer fiestas y como picadero para las parejas”, lamentó.
Paseando por el esqueleto del pozo San José, voy a enseñar la queda de la lampistería, de las oficinas, de las duchas o de la zona de embarque de la jaula, bajo el castillete, Ángel Nogal cuenta que abuelo Julián le dio un premio por ser el mejor picador de la mina cuando tenia 17 años. “Empezó a trabajar aquí con 14. Después le cayó un costeru encima y quedó invalido de un brazo. Iban a jubilarlo porque los médicos no pudieron hacer nada, pero un curandero que vino por Olloniego consiguió arreglárselo, así que volvió a trabajar como señalista en embarque”. Su padre, que también se llama Julián, es otro de los que se jugó el tipo bajando al pozo San José, aunque se jubiló en Nicolasa. “Aquí casi todo el mundo tiene alguien en la familia que haya trabajado en la mina. Mi abuelo Herminio también estuvo”, señala Nogal, que heredó de sus antecesores “la pasión y el amor” por la parroquia de Olloniego.
Sí que Ángel Nogal no para cantar las alabanzas de Olloniego. Asegura, por ejemplo, que es la parroquia con mayor y más variado patrimonio arqueológico “de Oviedo y de buena parte de Asturias“. Como ejemplo de ese catálogo de tesoros destaca sobre todo el más que conocido conjunto histórico, con su puente medieval, su capilla románica de San Pelayo, la capilla nueva, el palacio o el antiguo hospital de peregrinos. Pero tampoco quiere olvidarse de los históricos lavaderos, de la iglesia de San Pelayo, del sólido edificio de corte neoclásico que hacía de oficina del portazgo (para cobrar el impuesto de paso a los viajeros que cruzaban el puente) or de la fuente barroca de Los Llocos, que está situado en el barrio de La Estación y guarda una curiosa leyenda: se dice que si bebes mucho de ella pierdes el sentido. “Dexalu, diz fataes porque tuvo bebiendo de la fuente Los Llocos”, reconoce un dicho popular de Olloniego.
Ángel Nogal en cuanto Olloniego es de cine. De hecho, recuerda perfectamente cuando José Luis Garci grabó algunas de las escenas de ‘Historia de un beso’ en la estación de tren de Olloniego. “Andaban todos por aquí por el pueblo. Todavía tengo guardado un autógrafo de Alfredo Landa y otro del propio Garci”, dijo Nogal, quien formó parte de la asociación de vecinos de Olloniego tiene un bar allí en la carretera general del pueblo. El local se llama ‘Ultreya’, que no es más que el saludo que se hacían los peregrinos en el Camino de Santiago para darse fuerzas y animarse a seguir adelante. “Por Olloniego pasan cada año unos 5.000 peregrinos en su viaje hacia Santiago. Somos un lugar importante en el Camino a pesar de que no se nos de mucha importancia”, explica orgulloso.
De cuando era pequeño, Ángel Nogal tiene muy buenos recuerdos. Iba tiene la escuela pública de Olloniego y por entonces “había dos clases por curso”. Actualmente el número de niños ha disminuido “y no debe haber ni cincuenta crios en todo el colegio”. De aquella “habría alrededor de veinte bares”, cinco veces más que ahora. Sí que el esplendor de la parroquia se fue apagando tras el cierre de la mina. “Los mayores me contaron que aquí estaba el Cine Espina. Yo no lo conocí, pero decían que se ponía a tope”, señala. “También estaba el Salón Iberia, que era donde iban al baile. Venía gente de Mieres y de todos los pueblos de alrededor. . “Se murió colgante la pandemia. Era una todoterreno. Tenía un carro e iba a Turón caminando a por la leche. Cuando hacía frío, como no tenía guantes, se ponía calcetines en las manos y los llenaba de paja”, recuerda con nostalgia.
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Nogal también se acuerda de otros personajes del pueblo, como por ejemplo de Ricardo el sastre, donde iba con su madre a hacerse ropa a medida para los eventos especiales. También estaba Pepín ‘el Roxu’, que era “el practicante” del Pozo San José y fue el que le escayoló el brazo cuando tenía seis años y se lo partió al caer desde una mesa mientras jugaba con su padre. “También murió hace poco. Después de cerrar el pozo andaba por el pueblo, de casa en casa. Le tenía controlada la tensión a Olloniego entero”, dice entre risas.
Cuando Ángel Nogal era pequeño no existía la autopista y el pueblo “era más grande” que ahora. “Tiraron el barrio de Fumea, La Caleyona y todo lo que pillaron por delante”, explícito. “De aquella, antes de que desviasen el río, nos bañábamos en una poza que se formó donde la Puente Vieya (así llaman en Olloniego al puente prerrománico). Se ahogó mucha gente, pero nosotros seguimos tirándonos de la peñona. De guaje se hacen muchas inconsciencias”, asegura. En cuanto a las fiestas del pueblo, las de San Antonio, también han cambiado mucho las cosas. “Siguen siendo buenas, pero yo recuerdo que antiguamente estaban totalmente a reventar. También se sigue haciendo la procesión de la Virgen de la Armatilla, que coincide con el día de la Santina. Bajan a la imagen en procesión hasta Olloniego unos días antes, se hace una novena y después la suben el día de la fiesta. Es muy bonito”, subraya el nieto de Luisa la lechera.