El precio del aceite de oliva ha alcanzado los 10 euros por litro este agosto. Es un récord en el comportamiento de precios de la ‘joya de la corona’ de la dieta mediterránea y esto explica, en parte, la razón detrás de las quejas de los ciudadanos que a inicios de año pagaban de media 5,6 euros por litro en los supermercados. Muchos no dan crédito a que el precio de este alimento esencial, del que España es el principal productor del mundo, haya aumentado tanto y plantean medidas que van desde racionalizar su consumo hasta sustituirlo.
Las estadísticas nacionales que registran la espiral alcista del aceite de oliva muestran que el principal golpe de precio se ha producido en el mes de julio, cuando el litro alcanzó los 8 euros de media en el comercio minorista.
Los datos más recientes sobre la fluctuación del precio del aceite de oliva virgen extra del Ministerio de Agricultura corresponden a la semana 28 de 2023 -del 10 al 16 de julio-, cuando el precio llegó a los 7,10 euros/kg. Es el doble de lo que costaba en la misma semana del año pasado: 3,57 euros.
Esas estadísticas todavía no reflejan el incremento del pasado mes de agosto, que es el que está motivando que los españoles empiecen a considerar este básico en la dieta como un auténtico lujo, pues ya hay sitios donde el litro del producto se oferta por 12 euros en el que es el precio más alto de la década, superando incluso superior al generado por la presión inflacionaria de la pandemia y la guerra en Ucrania.
El incremento histórico del aceite ha llevado, incluso, a que algunos establecimientos, comiencen a poner alarmas a las botellas. Es la materialización del famoso mote de ‘oro líquido’ que históricamente se le ha dado al aceite de oliva, pero por sus bondades para la salud.
Tres años de sequía disparan el precio
Lo que hay detrás de la escalada en el precio del aceite de oliva es en realidad otra crisis. La peor del siglo XXI para los productores. Se refieren a una mala racha climática, a la que en el corto plazo no le vislumbran cambio, y por la que en el campo no están menos decepcionados y alarmados que los consumidores, explican a ABC representantes del sector.
El encarecimiento tiene que ver «únicamente» con la situación de tres años consecutivos de sequía, pero que ha tenido los peores resultados en las últimas dos, con una reducción en torno al 60% de la producción. «Esa reducción de la producción es la que está haciendo que se produzca la subida del precio», dice Juan Luis Ávila, responsable del sector del olivar de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG).
Subida
El impacto de la subida del precio del aceite de oliva es de 30 céntimos al día por familia, estiman los productores
Explica que la tendencia alcista en el aceite de oliva se frenará en el momento que llueva, «cuando el ciclo de sequía pase y volvamos a cierta normalidad de pluviometría». Ávila remarca que el gran perjudicado es el productor, refiriéndose a 200.000 familias productoras de Andalucía que, asegura, se están quedando «prácticamente sin ingresos» debido a la caída en el rendimiento de sus explotaciones.
Habla de alrededor de 2.800 millones de euros en pérdidas el año pasado, tomando como base un déficit en la producción de 700.000 toneladas a un precio medio en torno a los cuatro euros.
Ávila considera que en la ebullición del debate por el incremento en el precio del aceite de oliva es necesario relativizar: «Una familia media, según datos del Ministerio de Agricultura, consume en torno a los 35 litros de aceite de oliva en el año por unos 3 euros y pico que ha subido el aceite, estamos hablando de unos 120 euros al año, es decir, que si lo pasamos a día la subida del precio del aceite supone 30 céntimos al día por familia».
Esto, dice, no significa que el precio al consumidor sea el deseado, y que tampoco esperan que se mantenga así, pero opina que hay que poner en perspectiva el impacto. «Es una situación que tendremos que atravesar entre todos, que se le puede poner todo lo noticiable que se quiera, pero que la realidad es la que es son 30 céntimos al día por familia», reitera.
Se asoma otra mala cosecha
Desde la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) coinciden en que el alto precio del aceite de oliva es consecuencia de la sequía que hizo caer la producción de la campaña 2022-2023 hasta las 660.000 toneladas, cuando una cosecha media se sitúa entre 1.3 y 1.4 millones de toneladas.
El secretario general de UPA de Andalucía, Cristóbal Cano, avanza que la situación no apunta a mejor, ya que las temperaturas inusualmente altas que registraron a finales de abril han coincidido con etapas sensibles del ciclo productivo del olivo como el de la floración. «Se quemó la flor y, sumado a la debilidad que tenía el propio árbol por la sequía, pues ya se pusieron las bases para una mala cosecha», vaticina en referencia al ciclo 2023-2024 que, en el mejor escenario, en caso de un otoño «generoso», podría dejar unas 700.000 toneladas.
Es decir, en dos años se alcanzaría la media de un año normal «no existen razones objetivas para que la situación de precios que tenemos actualmente, sea muy distinta a mediano plazo», adelanta.
Cano pone en relevancia que nunca en la historia del sector se habían dado dos cosechas consecutivas malas, pues la dinámica «normal» es una alternancia de cosechas medias bajas con cosechas medias altas al año siguiente, «este año esperábamos, si hubiésemos tenido las condiciones climáticas normales, que hubiésemos tenido una cosecha media alta. Enlazar en el tiempo dos campañas consecutivas malas en España tiene la situación en los mercados que tenemos».
Sequía
La sequía, detrás del precio disparado del aceite: «Es la peor crisis del siglo XXI para los productores»
Por otro lado, el directivo del sector olivarero ve oportuno aclarar que esta vez el incremento en el precio del aceite de oliva no es consecuencia de la especulación sino «única y exclusivamente hasta escasa disponibilidad de aceite derivada de la mala cosecha pasada de las perspectivas de la mala próxima».
En medio de esta crisis, UPA plantea la necesidad de que se creen mecanismos protejan a los dos eslabones más débiles de la cadena alimentaria: agricultores y consumidores. En ese sentido, dice Cano, es prioritario una aplicación efectiva de la nueva Ley de la cadena alimentaria «a la cual deben de ir añadiéndose nuevas herramientas como índices de coste de producción oficiales o un observatorio de márgenes comerciales que vele porque la gran distribución no caiga en la tentación de aumentar sus beneficios en momento de dificultad».